Son dos las características fundamentales las que definen la arquitectura doméstica en La Gomera: su integración en el entorno y su funcionalidad. La escasez de suelo apto para la construcción, el agua, las condiciones climáticas, la orografía de la isla y la propiedad de la tierra determinaron la localización y distribución de los caseríos. Entre 1500 y 1700, se originan la mayoría de los caseríos existentes hoy en día. Los caseríos son pequeños y se articulan en el paisaje siguiendo las directrices de los caminos reales. Es entre 1650 y 1860 cuando se consolidan los diversos asentamientos que se distribuyen por toda la isla, de los cuales muchos tienen su origen en las cuevas o cabañas de los pobladores nativos anteriores a la conquista.
Al carecer de cristal, en sus inicios las casas no tenían ventanas y se construían de piedra y pasta de excrementos, barro y paja (adobe). Se edificaban con una sola nave lineal de una o dos plantas y la cubierta era a dos aguas y la teja de un horno comunal del caserío. Las casas se orientaban según su situación en las huertas o su relación con el camino. La aparición de la ventana da lugar a un modelo característico de fachada, sin que las casas perdieran su disposición y materiales constructivos primitivos.
Podemos distinguir entre arquitectura tradicional urbana y arquitectura tradicional rural.
La casa tradicional urbana ha ido conformando las calles y barrios que han dado lugar a los cascos más poblados como el de Vallehermoso. Su construcción es esmerada, aparecen las escaleras de piedra o madera y los balcones. Se edifica en parcelas cerradas con un pequeño huerto en su parte trasera. Las casas se adosan y, según la distribución de su planta, se pueden diferenciar tres modelos: de una galería, de dos galerías en L y, la menos común, de tres galerías en C o U. La parte baja de la casa se dedica a negocios, alojamiento del servicio o bien como almacén.
La casa rural tradicional es terrera (de una sola altura), con una o dos galerías en forma de L. Se distribuye de manera dispersa por el paisaje en el que se integra plenamente debido, entre otros factores, al acabado en piedra procedente de las inmediaciones. Es una vivienda funcional en la que se da cobijo a toda la familia, se almacenan cosechas o aperos y se resguardan los animales. Su tejado por lo general es a cuatro aguas, aunque se suelen adosar cuartos con tejados a dos aguas, las tejas siguen siendo del país (árabe o francesa). Dependiendo de la posición económica de la familia puede aparecer entre la fachada y el huerto un porche sostenido por pilares de madera en el que se enreda la viña, un jardín delantero, o un asiento de piedra. En las inmediaciones está el horno de leña.
Es a partir de los años 50 cuando la construcción de las viviendas deja de hacerse bajo el criterio de integración en el medio y es cuando en estos caseríos comienzan a aparecer construcciones con materiales, formas y tipologías arquitectónicas diferentes a las tradicionales.
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